Ni
se les esperaba ni se les vio llegar.
Hay
trenes que pasan de madrugada, e incluso estaciones ya desérticas
donde los convoyes ya ni se detienen.
La
banda Sueca Weeping Wilows no fue aquí abajo un destino o parada con
demasiados transeúntes. Y es ahora, pasados dos años de su
invisible retorno; tras siete de su silencio discográfico. Cuando
publican posiblemente, su colección de canciones más grande desde
aquel lejano INTO THE LIGHT de 1997; su tercer disco de estudio.
Fue
la aventura en solitario de su líder Magnus Carlsson, la que detuvo
en vía muerta un bagaje de seis álbumes: éxito total en su país
natal, Suecia, y puramente anecdótica para aquellos que nos
detuvimos un instante en aquella cover del “There is a Light that
Never Goes Out”.
Mucho
antes, y después de flirtear con los sonidos americanos de los 60
(Soul, altcountry, rock&roll melódico); muy a su manera y para
mi gusto, algo ñoño. Publicaron el disco que me cautivo por aquel
todavía tierno y dubitativo 2002: INTO THE LIGHT (Grand Recordings,
Virgin).
Una
joyita de Pop transparente y deliciosamente ejecutado, muy por encima
de la media que se producía en el Reino Unido. Y sin ese barniz
perfumado, pulcro y gélido que tanto me ha echado para atrás del
Pop Nórdico; exceptuando contadísimas ocasiones.
PRESENCE
tres años más tarde mantuvo el nivel, y aunque casi plagiaron a The
Smiths en su tema apertura: (Stairs). La verdad es que a la banda de
Magnus, Ola, Anders y Niko, les quedó un disco sembrado. Uno de
aquellos discos que jamás entenderé como no calaron más por
latitudes occidentales, a no ser de que el Indie Entertainment
estuviera más por la labor del triple salto mortal, que de la
voltereta en la cama.
Yo
jamás supe hacer el pino, subir la cuerda del gimnasio ni la cuña
para frenar los esquís. Soy más volteretas, churromedia manga y
trineos. Y ojo!! Con esto no quiere decir que me horroricen los
cambios radicales y me de vértigo la evolución; al contrario.
Solo
que creo que creo que: No se trata de atrincherse en la mágica
juventud, ni desde luego querer subirse al tren directo a toda costa.
Con el gusto que da cambiar el paso en medio del desfile.
Y
para eso están discos como TOMORROW BECAME TODAY. Primero porque sin
más, tiene un manojo de canciones que entran sin avisar ni tener que
acomodarse; no sea que por eso del déficit de atención nos
despistemos con el vuelo de una mosca.
Que
esas mismas suenen a algo que: ya sea por moda, tendencia,
estereotipo o que se yo. Nadie se atreva, o simplemente le acongoje
la posibilidad de que no te escuche ni el tato por: clásico,
repetitivo o exceso de formalismo. Y bam!! vas tú y demuestras ese
dicho de… “No, si no es cuestión de moda, prestancia ni
transgresión. Es simplemente M.O.J.O” Ese umami que tu no tienes y
el sí; y ya. Todo lo demás, darle vueltas a algo tan simple como
que todo suene en su sitio y que te enganche.
Lo
curioso es que Weeping Willows llevan haciendo eso (o intentándolo),
un porrón de años. Y a sido en el 2016 cuando todo ha encajado por
obra y magia del Soul (algo que le ha quedado como los dioses a la
banda embrión, y que a su envalentonado líder le ha salido como un
nescafé en vez de un expresso dos años después). Que cosas no?
Así
pues, obviado el reciente disco en solitario de Magnus (Soul
escarchado a cascoporro). Yo me quedo y me macero por cada escucha
que le cedo a Tomorrow Became Today.
Entré
de puntillas, con un palo y a hurtadillas no fuese que esa impresión
primera, solo fuese un pálpito fallido. Sonó esa misma canción que
da título al disco: Esa orquestación que parece querer pecar de
exceso de tul, satén y almidón. Y no.
Las
canciones de este disco pueden parecer, pero son solo eso. Una
sensación que se adueña, porque “Tomorrow Became Today”
al final, es un baladón que emerge simplemente por estar compuesta
magistralmente: con intención, premeditada ,excelsa y no ampulosa
sin más. Sino eso mismo que sabe hacer Rufus Wrainright cuando está
inspirado; convertir lo empalagoso en precioso.
Me
atrevería incluso a afirmar que “Angels Sing for Us”;
la que le sigue. Hace del creciente suspense y ese bucle que se
repite como un mantra, el tedio de esperar que la canción explote
(lo necesitas, lo esperas, tiene que ser así), pero no.
Es
una hermosa canción, pero no es hasta “Wait for Love to
Grow” esa Tomsjonada de Pop sinfín. Que no empiezas a
cerciorate que Tomorrow Became Today no se va a quedar en ese temazo
que fue “It takes a Strong Heart to Love” o "(We're in) Different Places" y que finalmente
sucumbió al sopor general de The Times Has Come; su disco del
2014. Porque es ahí cuando definitivamente emerge este maravilloso
homenaje sin disimulo alguno a los más importantes solistas de Soul
melódico de los 50/60.
Esos
indefinidos y innombrables solistas de pop melódico de los 60, que
jamás llegaron a explicarnos qué diferencia realmente el Soul, el
Funk, el Pop o el R&B. Pero que pasados los años todo confluye
en la melodía o el Rock&roll; y poco más importa.
Aquí
prevalece el Pop siempre sobre unos arreglos de cuerdas, vientos y
pianos que transportan a aquellos años. Con la diferencia que sobre
el temario y las ínfulas de Magnus, sobresale la autenticidad del
sonido de Weeping Willows; junto a una de las mejores voces dentro de
este musical estilo, junto a Marc Almond y Morrissey. Todo un
acierto.
Sin
embargo son las bellas canciones al final las que ganan. A día de
hoy, no hay muchos más solistas capaces de hacer creíble al crooner
Pop melódico sin caer en la ñoñería. Evidentemente porque el
temario es excepcional, claro está:
La
grandeza de “My Love is not Blind” predestinada a
convertirse en otro clásico de su repertorio. O “My Last
Love” que pone la rúbrica sobre la evidencia de un claro
disco con diez canciones de arrebato amoroso y canto previsible, pero
igualmente infalible.
Medios
tiempos como “Go Find Your Happines” o el cierre de
“I Wonder Where you Are”, que resucitan las mejores
sensaciones de algunos fallidos como Gene o Geneva, convertidos aquí
por momentos en Mickey Newbury’s flow. O ese creo que más que
interesante acercamiento a la Americana o el altCountry, cuando son
“I’d Do Anything for You” las que sobresalen por
encima de ese “no solo pop vocal” y las convierten en otras de
las “muy grandes de este disco”.
Con
estos requiebros son con los que este disco cobra sentido. Con el
manejo de diferentes influencias e inquietudes. Con su Pop de toda la
vida. Y con este homenaje a algunos de sus guías y obsesiones, sin
que eso afecte a la hora de componer grandes y personales canciones.
Hasta
“Every Haunted Night”, que se invoca a Roy Orbison
o porqué no, a Gene Clarck en “A Dream or a Memory”.
Se prodigan en definitiva por más que rehuya al revival obvio a
cambio del original, en canciones claves para que el disco resulte lo
que es: Una maravilla. Una pequeña joya a tiempo pasado y quien sabe
si son las ruinas de los andenes vacíos los que harán sonar con más
fuerza a los espíritus. Para que a uno le prendan discos como este,
que se alejan una estética un tanto superflua e instantánea que
tanto impera ahora.
Por
suerte siempre tendremos esa otra música con la que dar sentido a un
malvivir demasiado estándar.